Madrid, 4 de agosto de 1844
Querido Leopoldo:
Creí que me hubieras contestado a las que te escribí diciéndote que había estado enfermo, pero no sé lo que sucederá que no recibes mis cartas.
Hoy lo hago dándote una noticia que tal·vez sabes por los periódicos y es que se descubrió aquí una conspiración, se prendió mucha gente y una buena mañana compareció en mi casa la policía, registraron mis papeles, miraron si había armas y me condujeron con mucha estimación y respeto a la cárcel, pues fui en mi cabriolet con el celador. Allí me encerraron incomunicado y, valga el empeño del Duque de Bailén y de muchos amigos, al día siguiente me tomaron declaración, pues si·no hubiera tardado 6 u 8 días, como sucede a otros que allí están. A las primeras preguntas del final nos hallamos que era otro a quien buscaban, que se llamaba Serra, y me dieron libertad inmediatamente, pidiéndome mil escusas, etc. etc., como que un error tan torpe no pudieran cortarlo. También sintieron haberme jaulado por equivocación.
Si obtengo un buen resultado de un asunto que debo arreglar con el ministro de Hacienda, puede que vaya a tomar los baños en Magnues y, después de allí, te diré lo que puede acerse de vosotros, que con tal acoso, si necesario fuese, yo me llegaría tal·vez a esa. Nada llega.
A # s[eño]r d[o]n Claudio, que se ha olvidado #.
Adiós. Te quiere tu hermano,
Pedro