“Mi estimada y apda. Franta”
Ja hauria vist per la carta que li adreçà pel Pistolet els motius de no haver-hi anat.
“no puedes figurarte quanto lo siento, que quando esperava poder darte un abrazo, me veo privado de tan dulce satisfación, pero paciencia. Vale más sufrir esta privación que haver sido pasto de los tigres que me esperavan junto con otras víctimas también muy deseadas de ellos. Sí, querida mía, por aquí estamos peor que nunca. La facción está acarnisada y no perdona diligencia para satisfacer su ferocidad. Todo el mundo conoce las ganas que tienen de cogerme y hay personas que no solamente me dicen que no me esponga, sinó que hasta me lo suplican y, conociendo yo que caminaría a mi ruyna y perdición, he resuelto quedarme y esperar otra ocasión más dichosa y favorable para reunirnos, pues los monstruos savían (según se me ha dicho) que yo havía de passar y me havían echo una emboscada, de la que no havría podido escapar por lo insignificante de la escolta y la ninguna precaución con que se anda, pero Dios nos favoreció y, junto con Manuela, pudimos regressar a Gerona, donde permanecemos con buena salud, a Dios gracias, después de haver andado hora y media por aquellos caminos, solos y expuestos a todas (sic) las (sic) peligros. Sí, querida mía, es una buena y terrible lección para todos, la que te participo por que ni tú, ni nuestros estimados hijos, se espongan a salir las puertas de Barcelona, porque nos espían y asechan por todas partes. No te fies de nadie. No vayas a Gracia, ni Monjuí, ni a ninguna parte fuera las murallas de Barcelona. Quieren perdernos y lo harían. Los caminos se harán o pondrán intransitables y no te muevas de Barcelona hasta que yo te lo diga. Creo que pronto tendremos el remedio a tantos males, pero, entretanto, discreción y prudencia y cuydar bien de tu salud y la de mis estimados hijos, que les harás mil abrasos de mi parte y de Manuela, que te da las más affas espes, como yo toda mi estimación y aprecio”.