Perelada, 17 abril de 1812
Amada esposa de mi corazón: sigo bueno, a Dios gracias, y empiezo ya a tener algunas confianzas de que las calenturas no volverán, pues como lo mismo que un lobo, duermo perfectamente y hago un grande exercicio a caballo todos los días, y así empiezo a confiar que siguiendo este método (que me parece el más adoptado) no volveré a tener nada más. Anteayer vi por casualidad en Figueras a M. Josef Casadevall, quien me dixo que partía el lunes para Gerona, y el que se encargó de entregarte esta carta. Ayer por la mañana tuvimos el gusto de tener a mi padre, cuñado, M. Ramon y otro capellán. Comimos todos alegremente después de haber dado un paseo por la villa, y por la tarde, después de haber torcido los violines y baylado un poco, se volvieron a Castelló, habiéndolos nosotros acompañado hasta medio camino, y quedamos convenidos en que nosotros iríamos allí mañana para ver la función de tercer domingo.
En fin, esta es nuestra vida, correr siempre un día a una parte, otro día a otra, de modo que sólo me falta tu amable compañía y la de mamá, para ser enteramente feliz. A_dios, querida Dolores, mantente buena, saluda a mamá, igualmente que a los demás de casa y vive persuadida que te amará mientras viva tu fiel y apasionado esposo, que espera con ansia el momento de poderte dar un abrazo.
Narciso María de Burgués.