EPICAT

Fitxa de la carta

De Joaquim Salarich i Verdaguer a Pepita Jiménez

Remitent
Salarich i Verdaguer, Joaquim
Destinatari
Jiménez, Pepita
Data
Setembre, 1844
Origen
Vic
Destí
Barcelona
Idioma
Castellà
Tema
Cartes d'amor
Temàtiques
comptes, excursionisme
Parentiu remitent - destinatari
marit muller
Epistolari
Epistolari de la família Salarich
Fons
Fons Salarich
Signatura
ACOS, Fons Salarich, 80-47-T2-301
Suport
Paper
Nombre de fulls
1
Mides
Foli plegat (21 x 30 cm)
Descripció física
Carta sense sobreescrit
Autoria de la fitxa
Javier Antón

Sª Pepita Jiménez

Bar[celo]na

Vich y setiembre / [18]44

Mi amiga: a su tiempo recibí tu muy grata del 3. Su contenido me ha alegrado en gran manera y me ha mortificado también algún tanto. Dicesme que estás pronta a seguirme en qualquier pueblo, porque soy el único a quien has apreciado. Esto me alaga mucho, Pepita, me llena de satisfacción y de placer, pues no titubeas en sacrificar las diversiones de una ciudad para labrar la felicidad de un esposo qe. enteramente se sacrificaria para proporcionarte una subsistencia, si·no feliz, al·menos libre o independiente.

En esto, Pepita, me haces un favor que por el presente no puedo menos de apreciar, pero que procuraré pagarte con el tiempo y quiera Dios qe. esto fuera cuanto antes.

He recibido el recado de Tomás y con el sentimiento, a más de no decirme cuánto vale (lo que quiero saber la primera vez que me escribas). Me dices: “disimula que te haga gastar tantos cuartos y dinero, yo ya te las franquearía sino que... etc... etc...”. Si me hubiera presumido merecer esta respuesta no creas que te hubiera molestado, como cabalmente no tengo en ésa de quien, según me parece pueda más libremente disponer, y, por esto, te he cansado, esperando satisfacerte a la vista de cuanto hubieres adelantado. Y cuando yo no titubeo en causarte y en hacerte adelantar dinero, tu me pedirás que disimule el gastar cuartos, cuando yo mismo te lo pido. Un joven que, medio abandonado de su familia, sin recibir de ella el menor socorro, quiera cursar una carrera tan costosa como la mía, debe, sin duda, cuydar de no malgastarse con superfluidades si alguna cosa puede adquirir. Así es que alguna vez pueda haber adquirido la nota de tacaño, pero creía que tu me conocías mejor y que sabías que me era muy gustoso gastar por ti, no siendo en tonterías y cosas que detesto como inútiles. Es verdad que algunas veces te había dicho por broma: no importa que no me escribas, así no gastaré los cuartos. Esto sería no apreciarte y me parece tienes motivo para creer lo contrario. Basta de eso.

Este último lunes D. Marianito, el P. Fontanals y mi padre me hicieron consentir en acompañarles a visitar las heredades y cual visita debía terminar en una perquera. El mismo día llegamos a una linda casa de campo en un pueblo muy divertido. Figúrate dos altas montañas de muchas oras de estensión, una al lado de otra y en forma de S, las dos unidas por debajo y sobre esta unión pasa el río Ter. Estas montañas son, en parte, sembradas de patatas y hasta de trigo, los trabajadores deber atarse con cuerdas, que amarran a los castaños para no caerse debajo en el Ter. En algunos parages forman las montañas pequeños planos, donde hay pequeñas casuchas y, una de otra, dista más de media hora. Ocho o diez de estas casas forman un pueblo, que tiene crca de 3 horas de estensión. Se llama Carós.

El martes por la mañana pescamos y no nos fue mal. Por la tarde, al querernos marchar, se puso a llover y aun llovía el miércoles a medio día.

La casa que habitábamos es la más rica del pueblo (Sanglás). Son propietarios, su heredad confina con una de casa en más de una hora de estensión y, no obstante, no había más que un pan y medio, muy agrio, ni harina, sin fideos, sin vino, medio plato de arroz y así de lo demás. No llegamos a padecer porque nuestras provisiones llegaron hasta la noche del martes, pero el miedo de hacerlo nos hizo marchar con la lluvia en las espaldas, mas habiendo salvado una de las montañas (una hora de camino) pudimos ver el cielo, que casi no veíamos, y luego el sol que resplandecía a la otra parte. Cuáles eran nuestros sentimientos durante la lluvia. Puedo decirte que eran varios: los míos eran marchar pronto, pues esperaba encontrar carta tuya. Tu ocupabas también mi pensamiento, tenía deseos de desahogarme escribiendo y, no teniendo papel, lo hacía con hojas de maiz que luego se me rompían. Te remito una, que se me ha salvado y calculo que dice: “Son las 11 y miércoles. Está lloviendo. Tal vez en esta hora el cartero me trae carta de mi Pepita y estoy aquí, prisionero, y en un rincón del mundo donde nadie me encontraría. ¿Pepita? ¿piensas conmigo? Yo solo tengo un pensamiento y este eres tu, ¿lo eras Pepita? Siempre procuro en ti”. Y con alguna sorpresa veo que no era verdad lo que pensaba, pues el cartero no me llevaba nada, ni me la ha traído. Hoy tampoco, ¿estás enferma?... Según la respuesta de tu Sr. padre puedes considerarme en St. Boy. Me dijiste me seguirías por do quiera ¿Me seguirás en S. Boy? ¿Querrás sepultarte allí por toda la vida? Responme sin rodeos. Si no quieres venir... no iré. Respóndeme, si acaso, inmediatamente,

Salarich

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