Madrid, 11 de septiembre de 1838
Mi estimado Perico: he recibido la tuya de 30 p[róximo]·p[asado] f[ec]ha en Marsella, manifestándome que te disponías a pasar a Parma y, de allí, a Londres, pero aun estoy con la misma ignorancia de cómo este viage se puede hacer con 30 f[ranco]s como me digistes.
No dejo de conocer que tus deseos son de arengar [?] y de entrar en grandes empresas, pero al paso que renuncio hacer todo lo que pueda, no trato de engolfarme mucho porque las circunstancias no lo permiten y porque al último tercio de mi vida no lo quiero pasar tan apocadamente [?] como me ha sucedido hasta ahora. Cuando me escribas las proposiciones y me acomodan, contextaré, y si este negocio, como algún otro, no sale como deseas, no me vengas a atribuirlo a fatalismo, porque este modo de pensar lo rechazo completamente. Aquí no hay más que trabajar con toda actividad, no alargar más el pie que el zapato, tomar las cosas así como vienen y acordarte siempre que yo empezé mi fortuna por un peso duro.
La desgracia de mi ausencia por este dichoso negocio nos ha causado grandes perjuicios, porq[u]e a tanta distancia no pueden combinarse los negocios.
No dudes preguntar en París y, después, a Pepe y a Pablo en Londres, a dónde puede parar el tal Castro, que estafó a Pepe los 3.000 francos, que me conbiene saberlo.
Tuyo tu
Padre