“Mi adorada Franta.
Todo el mundo tiene penas y pesares. Unos, insoportables y horrorosas; otros menos desgraciados, sufren como nosotros las aunque muy crueles de la pérdida de un hijo tan querido como el que Dios a tenido a bien privarnos llamando nuestro estimado Papet a mejor vida, tal vez para mayor bien de todos el viernes día 13 del corriente a las onse y media de la mañana. Son innumerables los que se encuentran y han sufrido nuestra tan triste situación, como no ignoras de Dn. Juan Cascante, Gibert, conde de Solterra, marqués de la Torre, Delás, Pastors, Robira, Quintana de Colomés, Pol y otros infinitos, en qué puedes estender la vista y entrar en reflexión, tan conveniente e indispensable en estos casos. Piensa que estas penas son generales y estas pérdidas tan comunes que casi no hay matrimonio que no haya, como nosotros, pagado su tributo, a la verdad lleno de amargura, pero a que devemos conformarnos por ser disposición del mismo Dios que nos lo havía confiado. Disposición que nuestra santa religión nos manda respectar y aprovar por venir del que hace por nosotros lo más conveniente. Sí, adorada esposa, te suplico reflexiones, considerando el estado en que te encuentras, que un sentimiento indiscreto podría, como te digo en mi anterior, ser tu ruyna, la del que llevas en tu seno y la de tu affmo. Esposo, que no sobreviviría a tanta desgracia. [¿]Qué sería entonces de nuestra infelis familia abandonada y sin nuestra protección? Nos queda el consuelo que se ha hecho todo lo posible a costa de nuestros intereses y sacrificios para salvar tan preciosa vida, pero Dios ha dispuesto de ella y devemos conformarnos a su santa voluntad. Procura tranquilisarte. Yo ya he logrado esta dicha, después de haverme entregado en el sentimiento tan natural en estos casos y sigo disfrutando el beneficio tan apresiable de la salud, que deves igualmente conservar por la inseparable falla que haríamos a nuestra estimada familia. Considerala sin nuestro apoyo y esta reflexión hará fuerza a tu justicia y buen modo de pensar, a lo que deve llamarte el amor que les profesas. Por uno que no tiene remedio ya, complicarías los males a todos. Tu esposo te lo dice. Te lo aconseja el que no te engaña ni puede engañarte. Soy tu mejor y más fiel amigo. El que desea tu bien y tu completa felicidad. Me prometo que, penetrada de estas verdades, esta mi carta hará sobre ti el efecto que tanto deseo, atendida tu docilidad y las pruevas que tantas veces me has dado de ella. Concédeme, en tan críticos momentos, esta gracia, que esto falta para tranquilisar y quedar contento y satisfecho éste tu affmo. Esposo que de todo corazón te estima,
Miquel Rosés y Roger
Manuela sigue con salud a Dios gracias. Te saluda con mil affas. Espes. Igualmente a sus estimados hermanos, que les harás, también de mi parte, un sin fin de besos y abrazos. He recivido tus tres apreciadísimas cartas, que estoy leyendo todo el día. Continua escriviéndome, que es mi mayor distracción. Sobre todo, escribe inmediatamente luego de recivida la presente, que la impaciencia que tendré de saber de tu salud y que te has tranquilisado me causaría graves penas".