Coromines, 26 julio de 1818
Amada Dolores mía de todo mi corazón: quan agradables son para mí las noticias me das de nuestra apreciable Marianita. No es creible lo que la echo a menos, solo tú que sabes lo que la quiero puedes formar de ello una cabal idea. Hoy sobre todo que son sus días, se me representa más vivamente en mi imaginación y me acuerdo más de sus monadas. Sin embargo, procura no le enseñen tonterías, pues aunque choquen o recreen por el momento, pueden ser tales que después le costará algún llanto o algún castigo para quitarle las malas costumbres haya adquirido y nos veremos precisados a reprehender. Lo que tal vez se la aplaude ahora equivocadamente, por una falta de conocimiento de la verdadera educación, cuyo vasto plan debe empezarse casi desde la cuna. Aunque estoy cierto que vigilas sobre esto, sin embargo no creo sean del todo inútiles mis avisos, pues la niña, sobre todo con la viveza que manifiesta, está en un estado de aprender todo lo bueno y todo lo malo. Es, en fin, susceptible a unas impresiones tanto más fuertes, quanto las de la niñez son las que nos quedan más profundamente grabadas. Por lo tanto debe siempre ser y oir cosas buenas, o bien indiferentes, sin permitir ni en chanza que se diga delante de ella ninguna palabra que pueda serla perjudicial. Se la debe apartar de toda ficción y hacer de modo que quanto vea y oiga que todos los exemplos se la den acompañados de unos avisos hechos a tiempo y con dulzura, contribuyan poco a poco a darla una verdadera idea de lo bueno y apartarla de lo malo. Sin estas prevenciones, su natural viveza y conocimiento, efecto (si puede decirse así) de su naturaleza precoz, bien lexos de producirla utilidad alguna, le sería sumamente perjudicial, causándola una ruina temporal en lo sucesivo y tal vez la espiritual. No lo permita Dios ¡Que espantosos cargos para los padres, Dolores mía! Me estremezco al considerarlo. Quiera el Todopoderoso darnos el acierto necesario para un negocio tan importante y del que depende nuestra salvación y la de nuestros hijos. No extrañes me extienda tanto. Escribo a una esposa amada, hablo de mis queridos hijos y me considero feliz con esta ocupación, la más grata para un esposo que os idolatra a todos y que por lo mismo se interesa más que nadie en vuestra felicidad. Continuamos gozando todos la más completa salud, gracias al S[eñ]or, sin que ocurra por aquí novedad particular. Acaba esta tarde de marcharse a Vich el p[adre] guardian, que ha estado aquí algunos días; el p[adre] m[aes]tro se ha ido a San Vicens a pasar estos dos días de fiesta, pero volverá mañana para continuar sus lecciones al Pepito. En quanto a mí, con el violín del Lluch, con los libros, la pluma y la escopeta, paso mis días con tranquilidad y sosiego. Ayer fui con mi padre y el mayordomo a Comarmena, en donde jugaron toda la tarde. Hoy ha ido también mi padre a Campbrodón, pero como yo no juego, no he querido ir. Por consiguiente, como no volverá hasta la noche, me ha encargado un millón de cosas para tí, los niños y m[osé]n Estevan y que no escribirá, pues no tendría tiempo. Le he participado lo que me dices de la nueva cocinera y está muy contento. Siento la muerte de d[oñ]a Mariana Delás , sin duda estará gozando en la eternidad el premio de sus virtudes cristianas. A m[osé]n Estevan tantas cosas, ¡que bien le habrán ido las ultras! Todos los de esta tierra me preguntan por ti y desean con ansia volverte a ver. Cree nos quieren mucho. Estos s[eño]res rector y vicario son muy sociables y nos visitan a menudo. En Manlleu están tomando los baños algunas familias de Vich y creo también de Bar[celo]na. Dicen si las s[eño]ras de Moixó vienen luego a Bellfort. Parecerá esto un Versalles. Exp[resione]s de padre, Pepe, d[oñ]a Fran[cis]ca, tio Tito, etc. Y dándolas a m[osé]n Estevan, dida, a toda tu familia, s[eñ]or can[ónig]o, etc., es y será s[iem]pre tu amante esposo.
Narciso.