Madrid, 27 febrero de 1833
[Nota]: Cont[estad]a a 17 marzo de 1833
Estimado amigo: por la apreciable del 13 veo continuáis con salud, de cuyo beneficio disfrutamos, gr[acias] a Dios, menos Concha, que hace seis días que está en cama de un fuerte resfriado mal cuidado. Por hallarse con mucha opresión de garganta y algo de pecho ha sido preciso aplicarle en la primera algunas sanguijuelas, como unas cuatro docenas, con lo que se halla muy aliviada, todo lo que me ha encargado deciros.
Sé que tu madre política está algo indispuesta. Deseo se alivie y que todos continuéis buenos.
Con esta fecha digo a Vilamala que he resuelto que el beneficiado Pujol en adelante coma en casa con la Catalina. Le he puesto la carta en tono y sentido de autoridad, encargándole te la lea, por si no tuviese tiempo de escribirte. Con esto verás que todo lo que me indicas lo cumplo pronto y ecsactamente. Tales son para mí tus indicaciones. Te agradesco cual debo el interés que tomas por mis cosas, lo q[u]e veo por todo lo practicado con respecto a mi casa.
El nuevo alojado me parece no se contentará con tres días de alojamiento, pues pasados estos, diciendo que no encuentra casa, ya está disculpado. En fin, veremos si veremos algo que no lo hayamos visto aún, interín Dios sobre todo.
Lo de los diputados está pendiente como las lámparas. Ignoro lo que será, pero yo creo que al fin tendrán que venir y, como con la mudanza de los cuerpos municipales calculaba que por la sojornitas tú entrarías en ellos, por eso te avisé tanto por si te gustaba venir, como por si deseabas no verificarlo. En fin, in manus tuas, e[tcéter]a.
Como pedrada en ojo de boticario viene tu sermón, pues en tiempo de cuaresma es lo escensial. Sí, amigo, aquí la más de la gente no se trata con tales conversaciones, aunque no deja por esto de haber gente buena a toda prueba, pero no es lo más común. Las máscaras nos han dejado abatidos, pero ya con los ayunos (género cuasi desconocido aquí, aunque no para nosotros, que somos de los que ayunamos como manda la iglesia) nos hemos puesto un poco sobre los estribos a fin de borrar las negligencias que aquellas nos hayan podido hacer cometer.
El s[eñor] comandante, tu hermano, cogió el domingo último dos ladrones in fragati, ¡infelices! Creo no tendrán más remedio que ir al palo. Dios les dé lo que más les convenga y a todos nos conserve el juicio.
Ya sé que habéis casado al hereu Rich con la pubilla Bagis de S[an]ta Coloma. Dios les haga felices y buen provecho.
Nada de particular digno de contarse. Dicen que todo va bien. Yo como no lo entiendo, nada puedo decir acerca el particular.
Se ha supuesto si el cólera está en Oporto. Unos dicen que sí y otros lo desmienten. Yo me ad[h]iero a lo primero y Dios sobre todo.
El lumigrañado Juanito Nasch está aquí, tan guapo como cuando se fue, pero me parece más pacífico. También está el desgraciado Geli y un sin fin de conocidos de todas clases, colores, e[tcéter]a.
He contestado al brigadier Courtois con mucha finura, de suerte que el que vea nuestras cartas sin tener antecedentes, creerá que somo los mejores amigos. No somos enemigos, pero lo otro tampoco.
Esp[resion]es a Dolores y demás, recíbelas de Quim, Concha y Sisó y dispón de tu invariable amigo.
J[uán]
P[ost] d[ata]
Se me olvidaba decirte que Anacleto, cuando lo vemos, que nos es muy a menudo, nos dice que está enamorado como un burro. Yo creo que él se lo figura. Yo, a lo menos, no lo creo. En fin, de todos modos buen provecho.