S. D. José Jiménez
Bar[celo]na
Vich y agosto, 11 de 1844
Muy señor mío: estrañará tal vez que venga con estas líneas a distraerle de sus domésticas ocupaciones, pero me parece que debo hacerlo después de la última conversación que con V. tuve.
Manifestele en ella mis deseos, pero éstos quedaron, por decirlo así, atascados por estar en la idea que eran contra la voluntad de mi padre y de no poder desayrar los ofrecimientos de una familia que se proponía favore[ce]rme. En cuanto a lo primero, que es lo más esencial y el objeto de la presente, puedo decirle que mi padre, lejos de violentarme, recibirá con gusto a la joven que sea de mi agrado con tal que sea de una moral sólida y buenas costumbres y que, entre él y la sobrina de Fatxó, no mediaba otra cosa que el deseo que ella me gustase, porque es sobrina de una monja y le habían hablado muy favorablemente de ella y, en tanto es verdad que nada la ha prometido, como que no la conoce.
Esto podía ya participarselo algunos días antes, pero pensaba poder, al mismo tiempo, satisfactoriamente responder a la segunda parte más desgraciadamente, no es así.
Tanto me habían ponderado la plaza de médico de S. Boy de Llusanés que hice luego de llegar aquí cuanto pude para alcanzarla. Este jueves último quize ver cómo estaban mis pretensiones y con mi padre fuimos a cerciorarnos. Mis favorecedores, el S. rector y principales del pueblo, tenían ya el negocio en buen estado y habían sabido esquivar dos pretendientes que aspiraban a la misma plaza que en día no pasa de 40 cuarteras de trigo.
Cuando tal supe, quedé como de piedra. Cubriéronme una capa de yelo, que no bastaron a derritir las 40 cuarteras de trino ni las esperanzas del S. rector que me decía: “con su trabajo y tiempo llegará hasta a recoger las cuarteras... aquí vivirá como un señor...” (comiendo puchero).
Si con mucho trabajo hubiera podido ganar una susistencia decente no la hubiera desechado, para poder decir: “Pepita, tengo pan y si quieres partirlo conmigo no te faltará mientras mis brazos obedezcan mi voluntad”. Y si la familia Fatxó me proporcionara alguna cosa le respondiera lleno de satisfacción: gracias.
Estos son mis deseos y, en tanto, siento que se me hagan desvanecido en cuanto veo la imposibilidad de llenarlos.
Perdone ahora que le haya molestado. Si pudiera merecer de V. respuesta a la presente o, al menos, saber que la ha recibido, quedaría satisfecho este S. S. S., Q. S. M. B.
Joaquín Salarich