Ficha de la carta

Gran Canaria, 16 marzo 1848

La gracia de N[uestro] S[eñor] J[esús] C[risto] sea siempre con nosotras

Muy apreciables padres y hermanos: supongo resivirían la que les escriví desde Sevilla y tamvién lo savrían por sor Dolores. En Sevilla Madrid no tube tiempo de escrivir porque nos ofresiste el día beynte 2 y salimos el beynte y 3. Hemos tenido un viaje felis. Parese que [el] Santo Padre siemp[r]e mira para el vien de todas sus hijas. De Cádiz salimos el día 6. Todas nos mareamos un poco, pero no fue más que·[e]l primer día y luego pasamos muy divertidamente todo el camino y, en particular, sor Madalena Fabre y sor Felipa Salarich, por_que todo el camino ablamos en catalán y el señor obispo se pasaba de alegría al·ber que todas estábamos tan contentas y el hermano del señor obispo, que sor Dolores ya lo conoce, es de tan buen umor que nos acía morir de risa por sus catalanadas. Hemos tenido en el barco un[a] compañía tan prudente y divertida que mejor no lo podíamos esperar. Hemos estado desde Cádiz asta a Santa Cruz cuatro días y no hemos ayido ningun[a] palabra mala ni en los marineros ni en los viageros. Pareze que Dios todo lo prepara vien por sus pobres hijas.

Ay, amados padres y toda la familia, no tengan Vs. el menor cuydado de mi porque nada nos falta. Mientras sea yo fiel a mi esposo nada me faltará, tanto en el alma como en el cuerpo. En el camino no hemos perdido nuestros actos: oración, cilencio, asta confesar y comulgar y siempre en la vista de los padres, pues heran cinco: el señor obispo y su hermano capuchino, mucén Antonio Claret y un cargujo y otro que se agregó en Santa Cruz y, por fin, si les quiero decir por menudo todo lo del viage sería no acabar. Sólo les diré un poquito por encima. En todas partes hemos estado muy obcequiadas: en Córdoba salieron con coches a·resivirnos y los señores canónigos nos enseñaron la catradal y luego comimos y nos marchamos. En Sivil[l]a ycieron lo mismo y también en Cádiz y en todos esos puntos nos enseñaron todo y en las visitas del señor obispo decía: salgan las canarias y no nos nombraban por otro nombre que por las y·lustres canarias. Enbarcamos en Cádiz y pasamos al puerto de Santa Cruz. Allí avía a·millares de gentes y todos mirando y diciendo, ay que jóbenes que son, si son niñas, otros decía, son dominicas y nosotras no nos podíamos tener de risa, porque las mujeres visten tan raramente que parecían máscaras. Llebaban mantilla blanca de franela, como las que lleba la tía Tona cuando lluebe y, en_cima la mantilla un sumbrero negro. Mucho más ay qué decir, pero ay cosas más ymportantes. Enbarcamos para la Gran Canarias, llegamos por fin, por salir del barco tuvimos que salir con la lancha por no poder llegar tier[r]a, nos tuvieron que sacar a brazo los gallipardos y toda la gente mirando. Yo me tapaba la cara y me reía y me decía el hombre: no se ría V., pero todas asíamos lo mismo. Luego nos montaron a·caballo de uno[s] borricos con albardas, más duras que un tisón. Al mismo tiempo vinieron las herman[a]s de Canarias con todas las chicas, 4 de las mayores se pusieron alrededor de mi bur[r]o. Al medio del camino me cayí, andé un poquito a pie, luego suví y me suví al revés.

Saluden a·todos los que pregunten por mi, en·particular a·mi amada madre, cuñada, herma[na]s. Esta sirve por todo[s]. La envían a sor Dolores. A_diós, a_diós,

Sor Felipa Salarich