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Letter file

De Joaquim Salarich i Verdaguer a Pepita Jiménez

Sender
Salarich i Verdaguer, Joaquim
Recipient
Jiménez, Pepita
Date
February 7, 1845
Origin
Sant Boi de Lluçanès
Destination
Barcelona
Language
Spanish
Topic
Love letters
Subjects
books, celebrations, music, violence
Relative sender - recipient
husband wife
Epistolary
Epistolary of the family Salarich
Section
Salarich Section
Signature
ACOS, Fons Salarich, 80-47-T2-301
Support
Paper
Number of sheets
1
Measures
Double folded folio (42 x 30 cm)
Physical characteristics
Letter without overwriting
Autorship of the file
Javier Antón

S[eñora] Pepita Jiménez, Bar[celo]na

San Boy, 7 febrero de 1845

Mi amada: recibí tu muy querida del 31 de pasado mes y, por ella, veo que estás aun enferma y que tu tristeza no te ha permitido disfrutar de las delicias de un pais encantador, si lo comparas con el que habita tu amante. Dices que estrañaste el ver cuan bonitas van las mugeres en el bayle en Sarriá, Oh! ¿Por·qué no estabas aquí estos días? Yo vi nuestros bailes el pasado domingo y puedo jurarte que no había visto nunca bayles más tontos y grotescos. Lo único que adornaba era el salón. Es la plaza principal mal plana, llena de hoyos, nieve y escombros por añadidura, sin que ninguna alma baylarina tuviera la mira de barrerla. Dos eran los músicos, el sach dels gemechs y el tamboril, que tocaban siempre lo mismo, pero los baylantes cambiaban las figuras porque entendían la música más que yo.

El martes por la noche hubo bayle particular en la casa que tengo alquilada, y aunque no me habían pasado esquela, quise con mi presencia honrar (como dijeron) sus cabriolas, pues para alabarme, tal como me habían dicho, se valiaría [sic], cosa que no se permite en la plaza. En efecto, habia un violín sentado encima la mesa del arcón que tocó algún wals, pero sólo observé un desterrado que lo baylase, pues los demás saltaban y rodaban, que aquello era una Babilonia. Debo advertirte que las mejores baylarinas son mi patrona, Marieta es la reyna del ballet. En este país aun no ha llegado la polka, pero en cambio se bayla el españolet, ball sardà, ballet y contrapás.

Dejemos eso que ha pasado ya, no hablemos de más diversiones que han durado muy poco tiempo, para no volver a comparecer hasta otro año y volver a sucumbir bajo la austeridad de un[a] Cuaresma que nos domina.

Volvamos a la tuya. Dices que todo te caía encima y que solo pensabas en mi ¡Pobre niña! Te compadezco. Sin duda no sabes qué cosa es amar, cuando ignoras que la soledad es lo que más aman los amantes. Sí, allí no hay nada que les estorbe pensar en su objeto, a quien cualquier y todas las cosas le recuerdan. A ambos nos separa la misma distancia y, Pepita, lo digo con verdad, muchas veces bendigo al intermedio que nos separa. Cuando estoy a tu lado solo te veo a ti y nada reparo cuanto pasa en tu rededor, porque tu te me absorves todo entero y todas mis facultades están reunidas en mirarte y sentirte. Soy como un esclavo amarrado con cadenas invisibles, dominado y vencido por un poder que dimana de ti y que en cierta manera me atonta porque no me deja discurrir, ni luchar para romper mis cadenas. Te miro a ti y la alegría de verte y de contemplarte sufoca todas las demás sensaciones que engrandan y embellecen un amor puro que se nota si se ama con distancia. Una palabra, una promesa, un papelito, un recuerdo son cosas que embriagan, son goces inefables, son dulces, nadas de un amor que crece y se nutre lejos de la fuente de dónde mana el caudal. Pepita, no quieras precipitar el tiempo. Día vendrá que te será indiferente mi presencia. Retardemos ese día y procuremos ahora disfrutar las sensaciones que nos presenta nuestra forzada posición.

¿Has contemplado jamás la luna brillando en medio del firmamento? Pues bien, hay horas en que es preciso amar, horas en que el amor nos inunda, en que nuestro corazón late más aprisa, en que nuestra alma se lanza fuera de nosotros rompiendo todos los lazos para unirse con otra alma con quien simpatiza. En estas horas, pues, de amoroso éxtasis, tu eres la luna que pálida brilla en los cielos. A ella me dirijo y parece que amorosa recibe mis afectos. Si leve ayrecillo mueve algún arbusto produciendo lejano ruído, me parece oir el roce de tus vestidos que a escondidas vienes para sorprenderme; si el agua del torrente murmura barboteando se me figura ser tu voz respondiendo a mis interiores afectos. Esta poesía, Pepita, es sublime; estas emociones tiernas y agradables. Muchas veces, especialmente cuando vuelvo a casa de noche, o cuando al salir de ella veo el nacimiento del sol, he sentido precipitarse mi corazón hacia un punto donde me figuro que tu estás. Encuentro allí una dicha desconocida, sin forma, sin nombre, que está en el sol, en la luna, en el cielo, en la tierra, en todas partes, como un amante invisible que eres tu y como el mismo amor.

Cuando en mi camino espanto una manada de perdices, que se levanta y huye para posarse más lejos, se me antoja verte, que después de haberte sorprendido huyes y te escondes para sorprenderme tu después; si es una urraca la que pasa de un árbol a otro en mi tránsito, pienso que tu tal vez, cambiada de figura, velotéas así a mi rededor para espiar mis pasos y mis acciones. Así es que siempre estás conmigo, hasta por la noche, si veo alguna estrella más luciente que sus compañeras te me figuras tu más esbelta y bella que tus amigas.

Esto, Pepita, es muy alagüeño, mucho más dulce, me atreveré a decirte, que si estuviéramos juntos. Sí, el placer de vernos y hablarnos es un placer fuerte que apaga los demás placeres. Cuando el amante está cerca del objeto amado hay deseos, esperanzas y necesidades que no se apagan por ser imposibles y que atormentan por no poder ser satisfechas.

Otra ventaja hay en estar separados. Con la distancia crecen las perfecciones y no se perciben los defectos. El objeto amado es como una divinidad para el que ama y, por esto, le dirige inciensos y adoraciones, pero cómo todos somos mortales y frágiles, tenemos cada uno nuestras faltas e imperfecciones. El amor las cubre con un velo tupido al principio, pero que se gasta con el mismo amor, se adelgaza y, cómo trasparente tela, deja ver toda la fealdad del objeto que se idolatraba. Entonces la criatura débil e imperfecta, tan brillante detrás las nubes de incienso y la aureola de amor, cae de su pedestal, nos espantamos de haberla ofrecido holocaustos y avergonzados, hollamos el ídolo, pisándolo con nuestros pies.

No sé, Pepita, si entiendes esta filosofía ni si estrañas mi carácter de filósofo. He amado de cerca, largas horas he pasado a tu lado y después muchos días sin verte. A tu lado he sido muy feliz, mucho. Cuando me separé era desgraciado; la reflexión ha mudado las ideas y otra vez me encuentro dichoso. Ama en la soledad, Pepita, y también lo serás. Hagamos de la necesidad virtud y a·pesar del destino seremos felices. Si en alguna noche silenciosa, cuando descansen todos, no quisiera dormirse tu corazón, si le hacen latir sentimientos desconocidos y afectos que que no comprendes, pero que pienses sean amor, sal entonces a ver las estrellas, llora por la más brillante, amala, piensa que tal vez estoy allí y que el trémulo brillo de sus rayos son los afectos que te dirigimos.

Así aprenderás a amar, como quien dice, místicamente, sin objeto terreno que pueda corromperse. Tu amor será más grande, sin límites, más puro y no estará sujeto a desengaños ¡Es tan precario el amor que se fija en los hombres! ¡Tan débil y veleydoso...!

Tu admiración será grande al ver que te escribo así y tan largamente, cosa que no acostumbro, y es porque tampoco acostumbro tener toda la mañana vagarosa para escribirte.

Voy a escribirte los pactos de la casa que tengo alquilada...

Me llaman... Un oficio con sello... Debo bajar a Vich inmediatamente por orden del S. juez para hacer una declaración de un herido a quien curé la noche del 27 del pasado. Adiós, hasta otro día.

Me olvidaba. Di a Tianet que entre mis libros. No veo ninguno que no sea mío, que tal vez lo presté a otro y díle te diga su título para ver si podré recordarlo.

Saluda al s[eñor] Armengol y consuela al peregrino (a quien quería escribir y que lo haré en Vich si puedo).

Esp[resione]s a tus padres, tíos y demás familia.

Siempre tuyo,

J. Salarich

Vich, 8. En casa de un notario.

No sé en qué día como, pan por casualidad. Abro en esta casa el calendario y veo que miércoles el Sta. Eulalia. ¡Qué celebren todos tan filiz día! ¡Qué tu madre disfrute de mil alegrías y de cuantas satisfacciones sea capaz! ¡Ojalá que tu salud fuese una nueva satisfacción para toda tu familia!

Todo ayer y hoy trabajo para despacharme de mis asuntos judiciales y ventura que el notario es amigo mío y procura hacerlo, pues no sé cuándo concluiríamos ¡Qué tortuosos son los asuntos forenses! El asunto es una cuchillada dada en un mesón dicho del Vilar, a media legua de S[an] Boy, que curé a media noche del 27 al 28 del pasado mes. Y cómo el bayle de S[an] Agustín y demás que instruyeron la causa son muy ignorantes (como yo), en tales procedimientos no sé como parará. Ventura del notario que, siendo amigo mío, procurará remendarlo.

Di a tu s[anto] padre que siento que el catedrático Castells se haya cansado en el asunto, que no era necesario después de haber escrito al s[eñor] Feu. Como en S[an] Boy me creen de buena fe, para nada necesitaba la certificación sinó para entrar en la sociedad y si antes hubiese atinado en poner una fecha cualquiera en el pedimento, no la hubiera sacado.

Que lo guarde hasta que se lo pida Bernardo o mi hermano o hasta que vea letra mía.

Hasta otro día.

Acabo de ver en un diario de Brusi, no sé de qué día, que mis papeles han sido admitidos por la comisión de Bar[celo]na.

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