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Letter file

De Maria Ignàsia Burguès i de Caramany a José O'Donnell i de Anethan

Sender
Burguès i de Caramany, Maria Ignàsia
Recipient
O'Donnell i de Anethan, José
Date
May 28, 1834
Origin
Girona
Destination
s.l.
Language
Spanish
Topic
Death
Subjects
Not specified
Epistolary
Epistolary of the family Burguès
Section
Burguès Family Section
Signature
AMGi, Fons Família Burguès, Coromina 3
Support
Paper
Number of sheets
2
Measures
Quartilla (15 x 21 cm)
Physical characteristics
Letter without overwriting
Autorship of the file
Javier Antón

Gerona, 28 de mayo de 1834

Mi querido Pepe: son tantas las penas y disgustos que se me juntan en el día que se me resiente tanto mi cabeza de ello que para·nada estoy absolutamente y, para·que tú te enteres de ellas y de los enredos en que estoy metida, se te ase un resumen de lo que an escrito de Francia, tanto a mí como al gobernad[o]r de esta plaza el cónsul de Zete y el s[eño]r d[o]n Tomás de Villalonga, hijo de Mallorca, de aquella Juanita Escalada que tú y yo conocimos. Y como en dichas cartas ay tantas contradicciones y enredos, los que tú mismo notarás, nada e·querido resolver por mi misma sin darte a·ti exsacto conocim[ien]to de todo y que tú me digas lo que en tan crítico caso e de aser y contextar a dichos s[eño]res, que ya al cónsul d[o]n José Lebrún de Enrique le contexté desde luego en su primera carta del 15, que aun vivía entonces mi desgraciado marido, cuando él escribió avisando que le havía dado el ataque de apoplegía el 14, según le fue a avisar el d[o]n Tomás Villalonga el 15 muy de mañana que, a·mi entender, fue cuando vieron que ninguna esperanza podía haver de que volviese del tal ataque el pobre enfermo que, con la última carta del d[o]n Tomás se·a aclarado de que ya le dio el ynsulto el 12, que fue el día después de haver llegado a Monpeller y añadió en la primera vista con el cónsul q[u]e la detención de Enrique en dicha ciudad havía sido, según relación de la supuesta sobrina (que ya tenía consigo mucho tiempo ase en Tolon y creo que en Aviñón y otros parages en que abía estado en Francia) hera por estar esperando allí recibir una letra de cambio para entrar en España y dirigirse a ésta. En las cartas posteriores nada ablan de la tal letra ni que se aiga recibido o no, sino que el cónsul dice que, no pudiendo pasar él a Monpeller por estar con un ataque de gota en los pies y manos, todo se lo encargó al s[eño]r de Villalonga, de que se sellase el equipage de Enrique después de haverse mirado delante de testigos lo que contenía. Luego que él muriese y que echa la tal diligencia se trasportase en la casa del comicionado para ahorrar gastos en el Otel Chanvin Place de·la Comedie, que es en donde paró nuestro desgraciado viajante y, sobre esto, se contextó al cónsul con la mayor puntualidad en mi nombre, que no permitiéndome ni mi salud ni circunstancias el pasar yo a Francia (porque ya creí que no podía ver a Enrique vivo), que no dejará de darnos todas las noticias que devíamos y dece[a]ba yo saber. Y q[u]e si susedía para mi la mayor desgracia de fallecer el enfermo me digera si abía podido aser algunas disposiciones y de que se me digese en caso de que no las huviese podido aser, cuáles heran las cosas que le havían encontrado y que la letra que decían que esperaba que se sellase con los demás efecto[s] que se encontrasen y que, sobre todo, me contextase lo más pronto posible, lo que hiso con fecha del 22, noticiándome la muerte y grande entierro que por orden del gobierno francés se le havía echo con onores de ten[ien]te gen[era]l francés, lo que no se asía con ningún estrangero, pero que esto havía ocacionado grandes gastos, haviendo tenido que repartir guantes blancos a todo el inmenso estado mayor y toda la divición que havía asistido. Y se le havía también comprado un citio en el sementerio para depositarlo y que en el registro que abía echo Villalonga del equipage que solo abía encontrado en dinero, en el fondo de un cofre, siete_cientos francos y que, con las condecoraciones, los abía extraído y sellado lo demás. Añadía que todo el mundo pedía que se les satisfaciese lo que se les devía y que solo en la posada subía la cuenta a nuevecientos francos y que, hasta que se les pagasen, no permitían que se sacase de allí el equipage, que se havía registrado también el de la (supuesta) sobrina y que nada tampoco se le abía allado y que, deviendo ésta marchar para Barcelona y no teniendo más que 30 francos en su poder, Villalonga le suplió el resto. Este último escribe con fecha del 23 al gobernador de esta plaza y es el que le dice que havía llegado a Monpeller el 11 y que el 12, que ya no se allava muy bueno, lo mandó a vuscar a él y que, estando ablando los dos, le avía dado el ataque que, desde luego, le privó del abla, que no volvió a recuperar (por su mayor desgracia y añado yo) lo q[u]e tanto abría podido contribuir para el bien de su alma, que Dios aiga tenido compación de él, que es lo que más deceo. Lo que ahora piden con premura es el que se les mande dinero, lo que yo no tengo, que es el que asienden los gastos de entierro y demás cosas, según dice Villalonga, a seis mil reales, sin tratar ni del dinero que estrajo de los cofres (que dice que sólo son dos los que ay) ni ablan de si se recibió la letra, que es otro clavo para mi, que temo que se la mandase el desgraciadísimo Leopoldo, que pocos días antes de morir me decía que ya sabía porqué no avía aun venido su padre y que ahora estaba cierto que vendría luego y a este muchacho se le·a encontrado un descubierto en la tesorería (según creo), porque no me lo han dicho claro, de quince mil reales, que yo creo que quizás los pediría si su padre le havía dicho que los nececitaba para venirse y, mayorm[en]te, teniendo él un crédito mío que asendía a treinta y un mil y pico de reales, que procedían de sueldos devengados de Enrique, cuyo crédito havía enviado para la Marianita y que se presentó a su devido tiempo. Y creo que estaba corriente y díchoseme que se cobraría cuando llegase su turno y, como yo le decía a·mi hijo que se agenciase cuando se pudiese, quizás abría echo ahora algún trueque, lo que en tal caso no dejará de aser mención de ello en su testamento que iso, sabiendo tan cierto que no podía dejar de morir tan pronto y, ¿quién sabe si con la buena piesa de la supuesta sobrina y con el encargado de estas cosas, que se le notan tantas contradicciones en sus relaciones, podría aber abido algún monopolio que nos fuera a nosotros perjudicial? Dios me perdone el juicio si lo ago, pero el no haver dado conocim[ien]to al cónsul hasta pasados dos días del deplorable estado del enfermo da mucho que sospechar. Ella pasó ya por aquí, según todas las noticias, antes de ayer, pues que una que llevava luto preguntó a algunos por mi casa y pasó por delante de ella y luego se subió con otros en una taratana y se fueron asia Barcelona. La cosa ahora está en que tú me digas lo que se·a de aser en tan críticas y apuradas circunstancias, que no tengo ni sé a dónde allar el dinero que reclaman de Francia ni qué decirles a los que me lo piden y que ya añaden que por el onor del difunto se deven cubrir los tales gastos, q[u]e podrían redundar en descrédito de todos nosotros y de toda la nación, que hasta en los papeles públicos quizás tratarán de denigrarnos. Mas yo, si pudiera coger el crédito de que te hablo y cubrir con él los descubiertos de ambos difuntos, ni un momento dudaría en aserlo y hasta para ello vendería cuanto tengo, más de nada sirven mis buenos deceos. Y, así, tú dirás lo que te paresca que agamos y digamos a esos s[eño]res de Francia que, contando los ciete_cientos francos que ellos deverían tener, aun cuando se huviesen de pagar en rigor los 6.000 r[eale]s, se·les satisfacía con 800 francos y aun si allí vendiesen la ropa o lo que aiga en los cofres rebajarían de ello y, a más, la conposición de la fonda que ya el cónsul dijo que podía tener lugar y, así, yo estaré en aser cuánto tú me digas sobre el particular, que ya creo lo harás lo más pronto posible, asiéndote cargo de mi tristísima situación, que para mantenerme en los últimos quatro años, durante los cuales nada se me·a dado por parte alguna, e apurado todos los recursos que tenía de las penciones de mi dote, que las e hido sacando y ahora también me he valido de ellas para sufragar las almas de ambos difuntos, a·los quales les e·echo celebrar cien misas a cada uno, porque más huviera querido quedarme yo sin comer que no que ellos huviesen carecido de sufragios, que ojalá que los huviesen conducido a ellos a·la gloria. A·más de lo dicho te he de merecer que veas si se podrá sacar de la inspección la copia de la r[ea]l licencia que se concedió para nuestro casamiento, que no tengo el tal documento y lo de su último despacho, que es de ten[ien]te gen[era]l, como se le dio estando él en Cataluña. Dicen que debe estar en la contaduría de esta provincia y le escrivo a Pombo para·que lo aga buscar y legalizar y que me lo envíe y no podré tampoco aser presentar lo que pide el reglamento, que se justifique el sueldo que en el día de su muerte gozaba por la tesorería que se le pagaba y esto también quisiera saber, de qué modo se·a de suplir. La fee de matrimonio sí que de aquí mismo la sacaré y, de los hijos, nada se·a de tratar porque, desgraciadamente, ya no ay ninguno vivo y el óbito y el pasaporte del enbajador de Francia dicen q[u]e me lo mandarán luego y, si algo más faltase, dímelo también, lo que tanto te agradecerá esta tu aff[ectísi]ma y tan desgraciada herm[an]a y amiga que tanto te ama,

Mª Ignacia Burgués de O’Donnell

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