Vich, 10 febrero de 1839
Con razón puedes en tu última tratarme de perezoso. En efecto, perezoso me he vuelto de escribir, lo confieso, pero no de otras cosas, pues has de saber qe. nunca la tengo para hacer el cojo y con este solo trabajo ya ves cuan empleado tendré el tiempo.
Pocos días hace qe. estando yo en mi muy continua ocupación de aprender el paso del soldado (ahora qe. tantos se necesitan, a lo menos por esto seré bueno) me llamaron diciéndome tenía un amigo y, cómo luego se presentó a mi vista un hombre qe. con dos palos, también cogeando, venía. Me puse enfurecido contra aquel pícaro, qe. pensé de mi quería mofarse. Iba ya a levantar un palo para derrivarle cuando conocí qe. realmente era cojo. Cesaron las contiendas y tratamos de nuestras amistados pasadas. Era tu tío Pep.
Cuando no era cojo (anno transacto) me acuerdo qe. estos días de carnabal me disfracé con mis amigos en Bar[celo]na, fuímos al baile de la casa Lonja y tantas cosas hicimos!... ¿Q[u]e haré al presente si·no encuentro una cohorte de cojos qe. quieran seguirme? Me pondré al balcón y me reiré de todos aquellos qe. hacen al mundo reir.
¿De q[u]é le hablaré ahora? Ya es demasiado escribir para un cojo, escribir más de una página. Sin embargo, quiero hablarte de la mutación qe. dices ha padecido tu corazón, ¡O! Cómo me reí al leer en tu última estas palabras. Hoy he hablado y conozco cuan vanas son las afecciones de los hombres. Van siguiendo tus esclamaciones qe. parecen las de un filósofo de edad madura, despreocupado ya de las vanidades de este mundo.
No sé qe. más decirte. Tú qe. más tiempo tienes escríveme más a menudo. Espreciones a casa Compta y demás conocidos. A_diós. Todo tuyo,
Juan Sala
