Barcelona y agosto 2 de 1846
Íntimo amigo de mi corazón: estrañarás muchísimo el que no te haya escrito. Habrás pensado tal vez, aunque sin fundamento, que yo no pensaba en ti y en tu amable familia. ¡Hai! no es así, amigo Luis. Aparta de tu entendimiento semejante concepto, escucha a tu tierno Bosch, compadécele y dirígele en tus cartas dulces frases de consuelo.
Si esplicarte pudiera, dulce amigo, el estado de mi situación durante estos ocho días que permanezco en mis lares patrios, la inquietud, desasosiego e hipocondria con que tengo que combatir, no dudo que me hubieras dado un abrazo de amigo, que me hubieras prodigado tiernas miradas compasivas y me hubieras deseado poderme asegurar días de paz y de ventura.
Nunca se conoce el valor de una alaja que cuando se ha perdido. Jamás se considera apreciando en su justo valor los muchos grados de la preciosidad que es la salud, sino cuando uno ha perdido este envidiable estado, pues, asi·mismo yo, Luis idolatrado, no conocí el bien que disfrutaba, los muchos recreos en que me mecia, lo libre de cuidados y de trabajar en que vivía, el benigno cielo que me cobijaba, los saludables aires y aguas con que vejetaba, la dulce compañía do yo mi espíritu se solazaba y, en fin, la libertad, alegría, consuelo, dichas y gozos mil, & &, hasta que perdí mi regalada vida : : : : : : ¡Y la perdí! ¿Será posible? Si así me habla una voz fatídica que viene [a] importunarme mis oidos al son de las verdades que publica de este modo: “Tuviste días de júbilo, días de alegría, tu corazón gozaba y tu alma se enardecía. Todo pasa, todo se hunde, todo se precipita y solo el tiempo nos lega impávido días de amargura, horas de dolor, infausta[s] noches lúgubres de pesadumbre. A la hermosa bonanza que recreaba nuestros sentidos se siguen vientos tempestuosos que al dolor imitan. Clama el piloto mas sus ruegos van a·sepultarse en el profundo del abismo. Recuerda las horas felices que vivía descuidado y libre de desasiaegos, pero todo le aflige y en su corazón un acerbo dolor se comunica. Él se formaba la felicidad en su imajinación ardiente, sembrada de glorias, placeres, honores, riquezas y fortunas y la mano invisible del destino destruye sus locas esperanzas lanzando el instrumento o agente de su fortuna contra las severas y robustas rocas de mi priego inmarcesible que impávidos contra la nave chocan precipitando en los fondos el hermoso porvenir imaginado del piloto desgraciado. ¡Ha Luis!, perdona mi pesadez. Conoces mi natural. Desearía ser tan espresivo cual siente mi corazón, pero no hago más que ensartar una serie de desencadenadas palabras. Disimúlame, pero ya sabes que de este modo mi corazón encuentra alivio desahogándome en mi ligero papel a un amigo que aprecio los afectos que me abrasan.
En esa no eché nunca de menos ni mi familia, parientes, conocidos y mucho menos la ciudad, pues aquí te confieso sinceram[en]te ha sido bien al rebés. La afición y amor que había cobrado a las familias Ferrer y, lo que es más, a las mismas casas, ha llegado a tal estremo que, el primer día que llegué en ésta, mi corazón se sumergió en el abatimiento y tristeza, como te lo podrá manifestar Valentí, pues que bien me lo conoció. Siempre estaba mi imajinación recordando la ciudad Vich, presentándome las sombras de toda amabilísima vuestra familia, llevándome a mis tristes ojos las dulces imájenes de aquellas tiernas doncellitas, en ocasiones en que compartiendo vuestro bien_estar, nos comullicábamos [sic] todas las dulses sensaciones que yo esperimentaba de sus pechos inocentes, aquellas miradas que revelando la bondad de su corazón anonadaban mi espíritu en una grata satisfacción inesplicable. En fin, en todos los 6 o 7 días, cada día y en todas horas mi fatal imajinaban me presentaba rodeado de aquellas tiernas tortolillas que, arrullándose en derredor de mí, difundían en mi pecho con sus cantos los sentimientos que la inocencia de su pecho les hacían exalar... ¡Ah, amigo Luis!, pero no, ya basta, bastante pesado he sido con mis insulsas di[s]gresiones y fuera nunca acabar. Pide al cielo derrame sobre mi algunas gotas puras como el rocío de alegría, para·que me distraiga, pues que ya procuro en hacerlo.
En cuanto lo que sabes del s[eñ]or Luis, yo lo adiviné. Dicho s[eñ]or hizo a tu fabor todo lo posible, tanto que ni tu puedes [fi]gurártelo. El resultado yo lo sé y otras cosas también sé, que para contártelas fuera preciso vernos.
Darás espresiones a tu familia y a la del s[eñ]or d[on] Baltazar, no olvidándote de mis pimpollos y tu las recibirás de toda mi familia y de Sanromà, Samsó, Pena, Armenteras y de este pobre que te ama y desea te diviertas en San Juan, T. S. S. Q. T. M. B.
Joaquín Bosch