Bar[celo]na, 31 agosto 1848
Querido sobrino Luis: no creo que tu ni ninguno de tu[s] hermanos pueda dudar del efecto [sic] que os profeso, el que no se mitigará jamás.
Entregarás la adjunta al s[eñ]or Torras.
La que te decía incluir y me olvidé de hacerlo era para Rocafiguera, pero se la mandé por el correo.
También entregarás la adjunta a José, el que desearía que vosotros le buscaseis una buena colocación, por ser un hombre onrado y de muy buenas circustancias.
Recivimos el ante_ojo. Ya sabía que tenía de componerse.
Lo demás a la vista, mandando de tu tío que de veras te ama,
Enrique
Querida hermana: me figuro tu trastorno, como puedes figurarte el nuestro, y puedes estar bien segura que no solo no olvidaré su memoria en mis oraciones sí que también fuera de ellas, pues me es imposible sacármela de la imaginación ni un solo momento. ¡Ojalá que ella desde la Gloria Celestial, donde creo que se hallará, ruegue por nosotros! En cuanto a lo que dices de <de> los huesos del cerdo, podéis vosotros gastarlos, desde luego antes q[u]e no se pierdan y ya no tenías nesecidad de escribírmelo, pues ya saves que puedes disponer y hacer lo que te plasca en todo lo que a mi me pertenesca.
Dentro pocos días pienso tener el gusto de abrazaros y manifestaros personalmente los deseos que tengo de seguir unido a toda buestra familia, con los mismos lazos y efecto que siempre me ha unido a vosotros.
Saluda a tus hijos, Pilar y amigos y manda al hermano que de veras te ama,
Enrique